Fecha de actualización: Jueves 25 de febrero de 2021
La COVID-19 lleva muchos meses marcando nuestra vida, nuestra forma de relacionarnos y la de trabajar. No creo que resulte exagerado decir que la aparición del nuevo coronavirus SAR-CoV2 ha sido un mazazo para toda la Humanidad.
En el momento de escribir este artículo, la cifra de muertos por esta enfermedad apunta a los dos millones de personas por lo que podemos hablar sin duda de la mayor catástrofe humanitaria y social de los últimos años y, a decir de los expertos, todavía le queda mucho recorrido. El riesgo biológico es un riesgo estándar dentro de la actividad sanitaria y muy complejo de determinar, más si cabe en un servicio de emergencias médicas extrahospitalarias (SEM) donde, aparte de la aplicación de los procedimientos de trabajo, la capacidad para reconocerlo durante una asistencia estriba en dos elementos:
1. El “ojo clínico” de los profesionales, que con la información que reciben antes y durante la asistencia les permite presumir dicho riesgo y adoptar medidas preventivas.
2. La medición de dichos agentes mediante diversos procesos que requieren el concurso de elementos técnicos para el diagnóstico no siempre disponibles y un tiempo que puede considerarse muy elevado en el primer momento de una intervención.
Tal y como señala el autor de este artículo, lo que estamos viviendo nos ha hecho adoptar muchas más medidas preventivas de las que quizás nunca hubiéramos pensado, pasando de estas básicas en espera de encontrar nuevas evidencias a una protección total prácticamente desde el primer momento.
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Autor: Agustín San Jaime García
Última visita: 25/02/21